Está comprobado que la actividad física durante todo el tratamiento minimiza los efectos secundarios.
El ejercicio de fuerza mejora el tejido muscular y ayuda a que el proceso sea más llevadero.
Adapta tu nivel de entrenamiento al que tuvieras antes del tratamiento contra el cáncer. Consulta con un especialista y con tu oncólogo.
Existe una gran variedad de ejercicios que puedes realizar sin necesidad de acudir a un gimnasio o comprar ropa técnica.
No importa la edad o la patología que exista, todo ejercicio se puede adaptar.
Si no tienes energía o fuerzas, intenta al menos salir a dar paseos cortos.
Entrenar con un objetivo funcional mejora la calidad de vida y la autonomía personal.
Es importante focalizarse en los movimientos que se realizan en la vida diaria y entrenar para mejorarlos. Por ejemplo, el simple hecho de transportar ropa sucia de un lugar a otro de la casa: comienza moviendo una cesta de ropa vacía o un pequeño montón de toallas varias veces para activar los músculos necesarios.
Cuidar tu alimentación no implica hacer un cambio radical en todos los hábitos alimenticios.
Cuida la belleza corporal para sentirte mejor. Aumentará tu autoestima y percepción de ti misma.